martes, 5 de mayo de 2009

Telegrama enviado al Presidente Benito Juárez Hace 147 años

a las 7 horas y 3 minutos de la noche: Señor Presidente, estoy muy contento con el comportamiento de mis generales y soldados. Todos se han portado bien. Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio a la verdad diré que se han batido como bravos, muriendo una parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe. Sea para bien, señor Presidente. Deseo que nuestra querida patria, hoy desgraciada, sea feliz y respetada de todas las naciones.
Ignacio Zaragoza


La historia narra que todo comenzó hacia el año de 1862, cuando Don Benito Juárez quien recientemente había sido elegido Presidente de México, suspendió los pagos de la deuda externa por dos años nomás por sus tanates, ya que el país tenía una crisis financiera; así los franceses, españoles e ingleses vinieron a México con el fin de cobrarse a la merititita fuerza la deuda.
Pero los ingleses y los españoles se marcharon sin conseguir nada, en contraste los franceses no pensaban irse hasta haber triunfado, ya que Napoleón III pensaba establecer en México una monarquía favorable para Francia. Las tropas francesas estaban muy bien equipadas, eran mucho más grandes que el ejercito Mexicano y bueno era a final de cuentas el mejor ejercito del mundo en esos ayeres; por lo que Benito Juárez convocó a toda la población a que luchara armados con unos pocos rifles, con palos, hachas y machetes. Así se formó un ejército de aproximadamente 4800 hombres, valientes y decididos a luchar por su patria. Fue el 5 de Mayo de 1862 cuando el General Lorencez al mando de las tropas francesas ordenó el asalto a los fuertes de Loreto y Guadalupe, que defendían la ciudad de Puebla al mando del General Ignacio Zaragoza; el ejercito invasor que fue rechazado con grandes pérdidas al intentar repetidas veces tomar las fortificaciones, al final tuvieron que abandonar el campo y retirarse vencidos y perseguidos por la caballería mexicana.
La noticia del triunfo en Puebla llenó de entusiasmo a todo el país, moralmente levantó a el pueblo que se encontraba desanimado y temeroso por una nueva invasión.

La derrota de los franceses en Puebla, aquel 5 de mayo de 1862, demostró que frente a la adversidad esta la unidad. No fue una victoria simbólica. En términos estratégicos retrasó un año la intervención francesa con grandes pérdidas económicas para la Francia de Napoleón III. Sobre los muros de Puebla se escribió la futura derrota del imperio de Maximiliano.

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