Joaquín Sorolla, 1902
Ella estiró sus largas piernas y me miró sonriente aquella noche, no puede evitar dejar de contemplarla era una mujer hermosa, no sólo por la exuberancia de su cuerpo sino también por su extraño acento envolvente, estiro sus brazos y me envolvió alrededor de su tibia piel, y de sus perfectos labios salieron palabras cuyo significado solo alteraron mis impulsos aferentes… Fue en una noche calidamente visceral.
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